El abuso sexual en la infancia deja marcas que el tiempo, por sí solo, no borra.
Marcas que pueden estar ahí, silenciosas, mientras la vida avanza: en el cuerpo, en los vínculos, en los miedos que no siempre sabes explicar, en los vacíos que a veces ni tú mismo reconoces.
Durante años, tal vez durante toda la vida, has seguido adelante.
Pero ahora, quizás, llegó el momento de mirar lo que ha quedado pendiente.
No para desmoronarte.
No para revivir el dolor.
Si no para resignificar lo que nunca debiste haber tenido que cargar solo.